martes, 15 de noviembre de 2011

Una lágrima en el mar Cap 19

-Siempre podemos intentar confundirla para que nos lo diga aunque sea por error.- Sugirió Stella, y por sus ojos, en seguida pude saber que le estaba dando demasiadas vueltas al asunto.
-O también podemos esperar a que ella nos lo diga.
-Eres una aguafiestas, Becca. -Dijo, en un claro tono de fingido fastidio. -¿No podías simplemente dejarme discurrir?
-Lo siento, pero mi aguafiestas mente desconoce el significado de esa pregunta. -Respondí, divertida.
Ella se cruzó de brazos y desvió la mirada, haciéndose la ofendida.
-Pues deberías saber que si llego a descubrir quién es el chico misterioso de Kate, serás la última de mis contactos en enterarse.
Giramos por un pasillo y continuamos caminando. Le di un codazo cariñoso en las costillas.
-¿Y que pasa si lo averiguo yo primero? -Le pregunté, enarcando una ceja.
-En ese caso, mi orgullo no me permitiría volver a ti, por lo que lo averiguaría por mi misma.
Ambas soltamos una carcajada y continuamos la mañana con el resto de las clases. Algunas se podían llevar con calma, pero otras simplemente daban ganas de salir corriendo del aula y no regresar jamás por allí. En el peor de los casos, arrojarse por la ventana más próxima empezaba a considerarse una buena opción. Por suerte, las clases llegaron a su fin y yo seguía conservando la vida.
Con paso tranquilo, todos los alumnos salían del aula. Era la primera vez que en verdad se podía observar serenidad en cada uno de los rostros que formaban la clase. No era algo que se pudiera observar todos los días, y menos si tenemos en consideración que todavía era lunes.
A duras penas, caminé hacia mi cuarto y dejé la carpeta con los apuntes sobre la pequeña mesita de noche de al lado de mi cama. Un pensamiento involuntario surcó mi mente y no pude evitar preguntarme donde se encontraba Alex ahora mismo. Sacudí la cabeza para borrar esa pregunta de mi mente. Todo aquello había sido culpa mía, primero, por besar a extraños en fiestas universitarias, y segundo, por reaccionar corriendo ante una situación que siempre había pensado que podría mantener bajo control. Si tan solo hubiese reunido el valor suficiente para aclarar las cosas... Pero aunque ese hubiera sido el caso, tampoco sabría por donde empezar a hablar.
Solté un suspiro y salí de la habitación, cerrando suavemente la puerta detrás de mi. Durante unos minutos, simplemente caminé por los largos pasillos, después, me decidí por ir a buscar a Stella.

La cafetería era un revoltijo de gente a aquellas horas. Observé que Stella estaba leyendo -¿Cómo no lo pensé antes? - en una mesa algo apartada. Me coloqué al final de la cola y empecé a coger la comida. Realmente tuve suerte de que Stella estuviese por allí, si no llega a ser por ella, no tendría ningún lugar en el que sentarme en aquel momento.
-¿Tu leyendo? Que extraño... -Dije, con sarcasmo en la voz.
-¿Sabes? Tú también deberías leer, así tal vez aprendieras a quedarte en un sitio en lugar de desaparecer.
-Creí que ya habíamos hablado de eso. -Le dije, sonriendo. Sabía que estaba bromeando.
-Y lo hicimos. -Dijo, sin poder reprimir una sonrisa. -¿Sabes? Este sería el momento perfecto para que te dieras la vuelta y comprobaras por ti misma lo que nuestra pequeña Kate ha estado haciendo durante todo este tiempo.
Por un segundo, la miré con confusión. Después, decidí hacerle caso y me giré. Lo que vi simplemente me congeló el aliento. Kate estaba...

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