lunes, 2 de mayo de 2011

Una lágrima en el mar Cap 13

Así que esa misma tarde prácticamente me arrastraron a comprar los disfraces para aquella dichosa fiesta. Recorrimos tiendas y tiendas, pero ninguna parecía satisfacer los deseos de Stella y Kate. Se acercaba la última hora de la tarde cuando las tres entramos en una pequeña tienda.
Removimos y buscamos entre los diferentes percheros de la tienda. Empezaba a preguntarme cuando encontraría un disfraz cuando mis dedos rozaron una tela blanca. Deslicé los dedos por la suave textura hasta que toqué la percha y cogí el disfraz. Pude observar que era un disfraz de ángel, con pequeños brillos aquí y allá habiendo que el blanco resaltase todavía más. El tamaño del vestido era perfecto, ni muy largo, ni muy corto, y llevaba unas preciosas alas a juego con un tamaño ideal y un antifaz blanco, también con pequeños destellos.
Me enamoré de ese disfraz en cuanto lo vi.
-¿Habéis encontrado algo ya? – la voz de Stella me llegó desde la otra punta de la tienda en el momento en que Kate se acercó a mí con una percha del que colgaba un traje de mariposa.
-Vaya, es precioso. –Dijo esta, señalando mi disfraz.
Stella llegó también con un simple vestido azul cielo en una mano y en la otra un antifaz uno o dos tonos más oscuro.
-Wow, Beca ¿Dónde lo has encontrado?- Dijo, mirando el traje  que sostenía en mi mano. –Seguro que te quedará genial.
Sonreí levemente pensando en que quizás había infravalorado la fiesta del sábado.

-SÁBADO EN LA HABITACIÓN DE KATE Y BECA
 SOBRE LAS OCHO DE LA TARDE.

El día de la fiesta había llegado y Kate, Stella y yo estábamos preparándonos con cuidado de no dejarnos ni un detalle.  No me había fijado en el leve vuelo del vestido de ángel que había comprado, pero tampoco importaba ya que no hacía más que dejar el vestido aún más bonito que antes.  Stella no había dejado de repetir ni por un solo instante lo perfecto que resultaría todo aquella noche. Nunca me había parecido una persona a la que le gustara asistir a este tipo de fiestas, pero decidí no juzgar ningún libro por su portada y continuar preparándome. Era mi primera fiesta en Los Ángeles, y a pesar de que de algún modo sabía que nunca daría la talla, quería intentarlo al menos.
Kate, que se había ocupado de mi ondular mi cabello, estaba ahora vestida con un precioso vestido de mariposa de una tonalidad violácea que le sentaba como un guante. Parecía diseñado especialmente para que ella lo luciese esta noche.
Stella llevaba un simple vestido azul pero que una vez probado semejaba el mejor vestido que haya visto jamás.  El antifaz le aportaba un toque misterioso a su rostro que le quedaba sencillamente perfecto.
-Bueno, chicas. –Dijo Kate. -¿Estamos listas?
Asentí con la cabeza mientras me colocaba mi antifaz blanco y todas salimos de la habitación deseosas de saber cómo sería aquella fiesta.

-LA FIESTA

Salimos del taxi para hacer frente a un collage de luces y demasiada gente en un mismo lugar. Todo era increíble, nunca pensé en asistir a una fiesta de aquel calibre en una de las mejores ciudades del mundo.
Entramos al edificio mezclándonos entre la multitud y descubrí que en el interior había mucho más espacio del que parecía. Observé también que había bastante gente de la Universidad, que no conocía personalmente pero sí que había visto alguna vez por los pasillos. La gente bailaba sin reparar en quién los miraba y quién no. Todo era increíble. Parecía recién sacado de una película.
Me di la vuelta para intentar ver las expresiones de mis dos amigas cuando me di cuenta de que cada una había tomado una dirección diferente. Me dirigí a la barra y pedí una Coca-Cola. Vale que fuera mayor de edad, pero eso no quería decir que necesariamente me tuviera que gustar el alcohol. Observé que todo el mundo llevaba a su espalda un número y que alguien me había pegado uno a mí en mi espalda. Me pregunté para que se necesitara clasificar a la gente por números en una fiesta cómo aquella, en la que todo el mundo parecía conocerse de algo. Yo era el número 37, por si servía de algo.
-Pareces algo fuera de lugar. –Dijo una voz junto a mí.
Giré la cabeza y observe a un muchacho de no más de unos veinte años observándome a través de una máscara negra.
-Oh, no, es sólo que este no suele ser mi ambiente.
-¿Estás en Los Ángeles y este no es tu ambiente? Es algo difícil, la verdad.
Sonreí.
-Bueno, este tampoco parece precisamente tu ambiente.
El chico desconocido rió entre dientes.
-¿Por qué lo dices?
-Porque de lo contrario estarías bailando con los demás.
El muchacho se acercó a mí.
-¿Y qué te hace pensar que no he bailado ya?
Reí.
-Primero, la fiesta acaba de empezar, y segundo, no tienes cara de universitario loco.
El chico desconocido esbozó una agradable sonrisa que dejaba entrever una perfecta dentadura.
Bebí un trago de mi Coca-Cola cuando el DJ de la fiesta anunció algo sobre que los números que teníamos a nuestra espalda tenían una pareja en toda la fiesta, y que en la siguiente canción teníamos que bailar con esa persona que poseía el mismo número.
-Como está claro que ninguno vamos a encontrar a nuestra pareja en este revoltijo de gente – empezó el muchacho - ¿te gustaría bailar?
En ese momento recibí un mensaje de texto procedente de Kate.
“A las doce y media en la puerta de la entrada”
Miré el reloj de mi teléfono. Me sorprendí al observar que ya eran las doce y como el tiempo había pasado tan rápido mientras hablaba con aquel chico.
Puse en la alarma del teléfono a las doce y cuarto y sonreí al chico plantado delante de mí.
-Claro.
Me cogió de la mano y me dirigió a la pista de baile. Y como en una antigua película, me sujeto por la cintura y yo a él por el cuello. No conocía la canción, tampoco me importaba. Era la más larga y bonita canción que jamás había escuchado. Estaba introducida en mis pensamientos cuando sin saber cómo ni cuándo, sentí el contacto de los labios del muchacho contra los míos. No sabía que estaba sintiendo en ese momento, tan sólo oía una voz en mi interior que susurraba que realmente sentía algo.
Pero el momento acabó tan pronto como mi teléfono comenzó a sonar sobresaltándome y haciéndome recordar que había quedado con Stella y Kate en la entrada.
Me pasé la mano por la cabeza y comencé a correr dejando allí al encantador desconocido, en medio de la pista de baile.

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